No os conformeis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovacion de vuestro entendiniento, para que comprobeis cual es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Word of Faith Radio
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miércoles, diciembre 29, 2010
La esperanza puesta delante de nosotros 2 (Tenemos la fe, esperanza de Dios porque nuestro yo ya no vive mas vive Cristo en nosotros)
Debemos pedir revelacion de lo que tenemos, somos y podemos hacer en Cristo.
Lo tenemos todo en Cristo.
Somos todo lo que Dios es porque nuestro yo fue sustituido por el Yo Soy que es Dios, que vive en nosotros,
el es en nosotros todo lo que necesitamos que el sea.
Como el Yo Soy que es Dios vive en nosotros y se manifiesta por medio del Espiritu Santo, Podemos hacer cosas aun mayores que las que Cristo hizo, la Biblia dice que no se alcanzarian a escribir los libros en los cuales se registrarian todos los milagros que Cristo hizo.
Cuando Dios le dijo a Abraham asi sera tu descendencia, le mostro, dio una vision, sueño, imagen, fe, esperanza, que ya estaba declarado, logrado, hecho en el pasado, presente y futuro.
El tener una revelacion que toda victoria, exito esta lograda, es el fortisimo consuelo que toma nuestra mente, emociones, voluntad y la ancla a la esperanza, vision, sueño, meta, proposito, destino puesto delante de nosotros.
Dios ya juro por si mismo y prometio que de cierto nos bendecira con abundancia y nos bendecira con abundancia y nos multiplicara grandemente en toda area.
Como Dios ya lo hizo todo, lo que yo creo, visualizo, espero, sueño, lo que es mi fe, mi esperanza, como Dios ya me vio lograndolo, haciendolo, soñandolo, alcanzandolo, disfrutandolo, viviendolo, etc, entonces mi milagro, fe, esperanza, ya es, ya esta hecho, solo es cuestion de meterme, rendirme totalmente a Dios hasta que se manifieste en lo fisico, material, hasta que lo experimente en mi.
Lo tenemos todo en Cristo.
Somos todo lo que Dios es porque nuestro yo fue sustituido por el Yo Soy que es Dios, que vive en nosotros,
el es en nosotros todo lo que necesitamos que el sea.
Como el Yo Soy que es Dios vive en nosotros y se manifiesta por medio del Espiritu Santo, Podemos hacer cosas aun mayores que las que Cristo hizo, la Biblia dice que no se alcanzarian a escribir los libros en los cuales se registrarian todos los milagros que Cristo hizo.
Cuando Dios le dijo a Abraham asi sera tu descendencia, le mostro, dio una vision, sueño, imagen, fe, esperanza, que ya estaba declarado, logrado, hecho en el pasado, presente y futuro.
El tener una revelacion que toda victoria, exito esta lograda, es el fortisimo consuelo que toma nuestra mente, emociones, voluntad y la ancla a la esperanza, vision, sueño, meta, proposito, destino puesto delante de nosotros.
Dios ya juro por si mismo y prometio que de cierto nos bendecira con abundancia y nos bendecira con abundancia y nos multiplicara grandemente en toda area.
Como Dios ya lo hizo todo, lo que yo creo, visualizo, espero, sueño, lo que es mi fe, mi esperanza, como Dios ya me vio lograndolo, haciendolo, soñandolo, alcanzandolo, disfrutandolo, viviendolo, etc, entonces mi milagro, fe, esperanza, ya es, ya esta hecho, solo es cuestion de meterme, rendirme totalmente a Dios hasta que se manifieste en lo fisico, material, hasta que lo experimente en mi.
La esperanza puesta delante de nosotros 1 (Todo lo que es nuestra esperanza ya Dios lo hizo)
Porque Dios todo lo hizo en el pasado, la esperanza puesta delante de nosotros es nuestro destino, proposito que Dios ya soño, trazo, hizo, ya escogio nuestra herencia.
Lo que yo pido ya esta hecho y como Dios me revela lo que es para mi, entonces pido con fe conforme a lo que Dios me ha dicho.
Mi sueño esta listo y Dios trata, forma nuestro caracter es para que mi caracter, constancia esten a la altura de mi sueño.
Ya Dios estuvo en mi futuro y el vio que si se realizo, logro todo por eso el ahora me profetiza con seguridad mi victoria, exito, excelencia.
Ya Dios vio que yo si lo logre, lo realize, estando totalmente sometido a El, y esta es la clave del soñar, visionar, visualizar correctamente, porque el me revela mi destino.
Por esto es que Dios nos dice que nuestra victoria esta asegurada.
Todo esto le fue revelado a Abraham y por eso el creyo osea que vio, tuvo una imagen en su corazon en esperanza contra esperanza, osea esperanza contra circunstancia.
Porque Dios le dio la promesa y le dijo asi sera tu descendencia.
Debo confesar la Palabra escrita y revelada porque es lo que Dios hizo en el pasado, presente y futuro.
El camino nuevo y vivo que Jesus nos abrio es el camino de su vida fundida con la nuestra donde el ya triunfo en todo y nosotros tambien.
Cuando emprendemos camino hacia algo que Dios nos revelo que es su voluntad, lo emprendemos con la seguridad que el triunfo esta asegurado y que no importa la oposicion y circunstancia, porque tenemos la persona de Cristo operando en nosotros por el Espiritu Santo.
Ahora debo pedirle a Dios, concentrarme en la formacion del caracter de Cristo en mi, escuchar predicas y pedir revelacion en esta area.
Cuando pensamos negativamente es una imagen del diablo que es un mentiroso.
Lo que yo pido ya esta hecho y como Dios me revela lo que es para mi, entonces pido con fe conforme a lo que Dios me ha dicho.
Mi sueño esta listo y Dios trata, forma nuestro caracter es para que mi caracter, constancia esten a la altura de mi sueño.
Ya Dios estuvo en mi futuro y el vio que si se realizo, logro todo por eso el ahora me profetiza con seguridad mi victoria, exito, excelencia.
Ya Dios vio que yo si lo logre, lo realize, estando totalmente sometido a El, y esta es la clave del soñar, visionar, visualizar correctamente, porque el me revela mi destino.
Por esto es que Dios nos dice que nuestra victoria esta asegurada.
Todo esto le fue revelado a Abraham y por eso el creyo osea que vio, tuvo una imagen en su corazon en esperanza contra esperanza, osea esperanza contra circunstancia.
Porque Dios le dio la promesa y le dijo asi sera tu descendencia.
Debo confesar la Palabra escrita y revelada porque es lo que Dios hizo en el pasado, presente y futuro.
El camino nuevo y vivo que Jesus nos abrio es el camino de su vida fundida con la nuestra donde el ya triunfo en todo y nosotros tambien.
Cuando emprendemos camino hacia algo que Dios nos revelo que es su voluntad, lo emprendemos con la seguridad que el triunfo esta asegurado y que no importa la oposicion y circunstancia, porque tenemos la persona de Cristo operando en nosotros por el Espiritu Santo.
Ahora debo pedirle a Dios, concentrarme en la formacion del caracter de Cristo en mi, escuchar predicas y pedir revelacion en esta area.
Cuando pensamos negativamente es una imagen del diablo que es un mentiroso.
domingo, diciembre 26, 2010
viernes, diciembre 24, 2010
jueves, diciembre 23, 2010
Que es lo proximo de Dios para mi? (Pastor Javier Segovia---Iglesia Maranatha Ciudad Bolivar---Venezuela)
¿Ya sabes tú, lo próximo de Dios para ti? ¿O estas tan enredado en lo de hoy que no sabes lo que va a venir mañana? Estás tan afligido y ocupado peleando con el diablo que todavía no te has dado cuenta, que Dios ha preparado una mesa para ti en presencia de tus angustiadores y enemigos.
A veces estas tan ocupado quejándote de lo que no tienes y de lo que no has podido lograr, que no ves las cosas grandes y maravillosas que Dios tiene para ti.
Es tiempo de salir de lo terrenal y de lo circunstancial para entrar en la atmosfera del Espíritu Santo, dejemos de andar por vista y empecemos andar por fe, como lo manda Dios en su palabra.
Es necesario que dejemos de ver al diablo para empezar a ver la gloria de Cristo. Mientras que tus ojos estén abiertos al diablo y al mundo, no podrás ver la gloria de Dios.
Debemos mirar a Dios y acercarnos a Él para oír y profetizar lo próximo que Dios tiene para nosotros. No podemos empezar el siguiente año con la misma visión del año pasado, debemos saber que es lo posterior para nosotros, para poder experimentar un nuevo nivel en Dios, porque de acuerdo a lo que Dios me diga, así será.
Isaías 41:1 Escuchadme, costas, y esfuércense los pueblos; acérquense, y entonces hablen. Una vez que Dios le profetiza a su pueblo, de eso solo se hablara. Pero para esto ocurra la iglesia debe acercarse, esforzarse para oír a Dios y luego hablar lo que Dios dijo. En esto consiste el verdadero cristianismo.
41:2 ¿Quién despertó del oriente al justo, lo llamo para que lo siguiese, entrego de él naciones, y le hizo enseñorear de reyes; los entrego a su espada como polvo, como hojarasca que su arco arrebata?... ¿Quién hizo y realizo esto? ¿Quién llama las generaciones desde el principio? Yo Jehová, el primero, y yo mismo con los postreros.El Dios que llamó a Adam, Abraham, a Enoc, a Set, a Moisés y a todos los primeros de la biblia, es el mismo con los postreros. En esos postreros estamos incluidos tú y yo. De tal forma, que ese Dios que hizo milagros, señales y maravillas con aquellos, lo hará también con nosotros porque Él es el mismo de ayer, de hoy y siempre. El no cambia.
Cada hombre en la biblia tuvo que oír a Dios para recibir su bendición y su propia prosperidad, cuando Abraham experimentó el hambre, él escuchó a Dios cuando le dijo que saliera de su tierra a la tierra que Dios le daría para ser prosperado y fue así.
Cuando también vino el hambre en los tiempos de Isaac, Dios le dijo; quédate allí y siembra en tiempos de sequía y te prosperare. E Isaac cosechó aquel año el ciento por uno porque oyó a Jehová.
Todo esto indica que el problema se acaba cuando oímos a Jehová. Tu problema se resuelve cuando se está delante de Dios y tu bendición llega cuando estas cara a cara con el Padre. Pero no olvides que para escuchar a Dios se debe salir del enredo y de la comodidad en la que nos encontramos.
41:9 porque te tome de los confines de la tierra; y de tierras lejana te llame, y te dije: Mi siervo eres tú; te escogí y no te deseche. Dios te pudo haber llamado de la tierra lejana de la pobreza, de la enfermedad, de la miseria o derrota, para hacerte oír sus palabras y hacerte ver sus sueños y para entregarte lo que nunca sonaste tener.
41:10 No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudare, siempre te sustentare con la diestra de mi justicia.Cuando tú te acercas a Dios y lo escuchas, a partir de ese momento Dios promete estar contigo. Pero mientras que la palabra de Dios y la vida de Dios no están, entonces Dios no habita contigo. Tenemos que estar dispuestos a ver la gracia de Dios.
41:22 Traigan, anúnciennos lo que ha de venir, dígannos lo que ha pasado desde el principio, y pondremos nuestro corazón en ello, sepamos también su postrimería, y hacednos entender lo que ha de venir. Si usted lee todo este capítulo, se dará cuenta que hay dos realidades; la primera es que Dios hace un llamado aquellos hombre y mujeres que necesitan buscar a Dios y vencer al mundo con la fe y su palabra.
Y la otra, es que existe un pueblo que ha idolatrado el madero o la piedra, este pueblo se hizo un dios de madera. Y al entender este pueblo que había una realidad profética más poderosa que la idolatría la cual no tiene ningún poder. Por tal motivo ellos dijeron: anúnciennos lo que ha de venir.
Lo mismo ocurrirá en esta ciudad, esta solo se volverá Dios cuando la iglesia pueda encontrar la palabra de Dios para lo próximo que Él tiene para tu familia y para tu propia vida, de modo que cuando tu vecino y conocido vean que Dios está contigo, ellos también lo querrán y desearan el evangelio de Cristo.
Todo esto empieza en el corazón, cuando tú declares lo que Dios hará en los próximos días, la gente va a querer también poner su corazón en ello. Es necesario que el evangelio se proclame en la calles para que muchos vean y lleguen a los pies de Jesús.
¿Cómo saber lo próximo de Dios para mí? Cuando tengamos comunión con el Espíritu Santo. Él nos revela lo que nuestro oído no ha oído, lo que nuestros ojos no han visto y lo que todavía el corazón no ha entendido o no ha percibido de Dios. El Espíritu Santo va al corazón de Dios, Él escucha la voluntad de Dios para nosotros y nos las hace saber.
Y esa verdad derriba cualquier mentira que nosotros o el diablo hayamos puesto en el corazón. Esta es la vía para conocer los misterios de Dios para nosotros.
miércoles, diciembre 22, 2010
Desarrollando un espiritu profetico (Pastor Javier Segovia---Iglesia Maranatha Ciudad Bolivar)
Amós 3:7 “Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas”.
La iglesia necesita un espíritu profético para enfrentar los nuevos tiempos y los nuevos desafíos, puesto que no podemos quedarnos haciendo lo mismo que el mundo hace, ni actuando como este mundo esta actuando, nuestra mente debe ser la mente de Cristo y nuestras actividades tienen que ser acciones proféticas que estén coordinadas por el Espíritu Santo.
Dios tiene un plan profético para bendecirte a ti y a mí, para bendecir a su iglesia, a la ciudad y a todas las familias de la tierra.
Pero la iglesia no puede estar ni ciega, ni sorda, sino que debe tener un oído profético, abierto y sensible a lo que el Espíritu dice a la iglesia, pues si algo ha anhelado Dios desde los comienzos del hombre es que este tenga oídos para oír, ya que si el hombre no hubiese ignorado el mandamiento de la voz del Señor muchas cosas no estarían en crisis como lo están hoy.
Por eso Jesús vino en obediencia, con un corazón y un oído profético, para hacer la voluntad del Padre.
El Señor nunca hizo nada sin orar, porque El requería la dirección de su Padre para poder sus obras aquí en la tierra.
La iglesia tiene que entender que nuestro modelo de acción para hacer las obras de Dios no están aquí en el mundo, Por eso no podemos copiar lo que el mundo hace para poder hacer las obras del Señor, lo correcto es orar y oír la voz del Espíritu Santo para saber como quiere Dios que hagamos las cosas.
Y para eso la iglesia debe humillarse y buscar el rostro del Señor para poder oír la voz de Dios, pues escrito esta que el Señor no hará nada sin que antes lo revele y lo comunique a sus siervos los profetas.
Usted puede pasar la vida inventando un método tras otro, probando con una idea y con otra, para llevar a cabo su propio deseo pero lamentablemente no podrá lograr nada.
Porque ya Dios trazo un plan para que tu y yo lo ejecutemos.
Lo que nos queda es pedirle a Dios que nos revele cual es ese plan y cual es la forma como vamos alcanzar las cosas que El nos ha prometido en su palabra.
Pero para oír el plan de Dios, debemos primero buscar su rostro en oración y con un corazón humilde estar dispuesto a escuchar su dirección y lo que El nos quiere comunicar para tomar el rumbo hacia la meta de la victoria.
De este modo no hagamos nada sin Dios, no seamos altivos creyendo que podremos hacer las cosas sin El, más bien seamos humildes y convirtámonos en siervos porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos.
Ya que estos son los que están dispuestos a ejecutar su plan y todo lo que Dios, mande con gozo y a tiempo.
Así que prepárate para servir en este año y no te niegues a hacerlo para Dios y sus propósitos eternos, pues de nada nos sirve tener muchas cosas y que nuestra propia vida no este al servicio de Dios.
Dios quiere una iglesia con espíritu de servicio que sea capaz de captar la voluntad de Dios para declararla y profetizarla.
Una iglesia que no sea pusilánime y débil sino fuerte, tenaz y militante. Que con el poder de Dios pueda destruir las obras del diablo.
La iglesia y el siervo que tienen espíritu profético, se fortalecen en el desierto, es decir, en oración.
Quizás no estas siendo efectivo con tu labor porque no estas conectado con los que Dios quiere hacer a través de ti y es en el desierto donde somos capacitados y llenos del Espíritu Santo, para enfrentar cada desafío, porque el Señor no quiere que el diablo intervenga de una forma y que la iglesia no sepa que hacer, por eso es necesario que el pueblo de Dios tenga un espíritu de servicio, que sea lleno del Espíritu Santo y con esa llenura pueda ir a todo lugar donde el diablo esta trabajando y con la autoridad del Señor detener por completo su obra.
Tú y yo no podemos profetizar hasta que la palabra de Dios venga a nosotros primero.
Lucas 3:2 “…vino palabra de Dios a Juan hijo Zacarías, en el desierto”, Dios habla a sus siervos en el desierto, este es el estado de negación, de obediencia y de sujeción que tu le ofreces a Cristo en tu vida, es también la cruz en donde tu renuncias a tu derecho y humanidad para que Dios haga lo que quiera a través de ti.
“Y el fue por toda la región contigua al Jordán, predicando el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados”, en esta escritura vemos que Juan era un siervo que recibió una palabra de parte Dios el cual es el objetivo principal de nuestra evangelización, el arrepentimiento para perdón de pecados.
Es por esto que la iglesia debe tener visión profética para poder hacer la obra de Dios, nadie puede hacerlo si antes no ha estado en el desierto.
Sabemos que el desierto no es atractivo pero es necesario. Porque así es el verdadero cristianismo, requiere negación, humillación, obediencia, cruz y muerte. Dios solo da vida a aquellos que primero mueren a su propia voluntad ya que la vida profética es una vida de resurrección.
La iglesia necesita un espíritu profético para enfrentar los nuevos tiempos y los nuevos desafíos, puesto que no podemos quedarnos haciendo lo mismo que el mundo hace, ni actuando como este mundo esta actuando, nuestra mente debe ser la mente de Cristo y nuestras actividades tienen que ser acciones proféticas que estén coordinadas por el Espíritu Santo.
Dios tiene un plan profético para bendecirte a ti y a mí, para bendecir a su iglesia, a la ciudad y a todas las familias de la tierra.
Pero la iglesia no puede estar ni ciega, ni sorda, sino que debe tener un oído profético, abierto y sensible a lo que el Espíritu dice a la iglesia, pues si algo ha anhelado Dios desde los comienzos del hombre es que este tenga oídos para oír, ya que si el hombre no hubiese ignorado el mandamiento de la voz del Señor muchas cosas no estarían en crisis como lo están hoy.
Por eso Jesús vino en obediencia, con un corazón y un oído profético, para hacer la voluntad del Padre.
El Señor nunca hizo nada sin orar, porque El requería la dirección de su Padre para poder sus obras aquí en la tierra.
La iglesia tiene que entender que nuestro modelo de acción para hacer las obras de Dios no están aquí en el mundo, Por eso no podemos copiar lo que el mundo hace para poder hacer las obras del Señor, lo correcto es orar y oír la voz del Espíritu Santo para saber como quiere Dios que hagamos las cosas.
Y para eso la iglesia debe humillarse y buscar el rostro del Señor para poder oír la voz de Dios, pues escrito esta que el Señor no hará nada sin que antes lo revele y lo comunique a sus siervos los profetas.
Usted puede pasar la vida inventando un método tras otro, probando con una idea y con otra, para llevar a cabo su propio deseo pero lamentablemente no podrá lograr nada.
Porque ya Dios trazo un plan para que tu y yo lo ejecutemos.
Lo que nos queda es pedirle a Dios que nos revele cual es ese plan y cual es la forma como vamos alcanzar las cosas que El nos ha prometido en su palabra.
Pero para oír el plan de Dios, debemos primero buscar su rostro en oración y con un corazón humilde estar dispuesto a escuchar su dirección y lo que El nos quiere comunicar para tomar el rumbo hacia la meta de la victoria.
De este modo no hagamos nada sin Dios, no seamos altivos creyendo que podremos hacer las cosas sin El, más bien seamos humildes y convirtámonos en siervos porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos.
Ya que estos son los que están dispuestos a ejecutar su plan y todo lo que Dios, mande con gozo y a tiempo.
Así que prepárate para servir en este año y no te niegues a hacerlo para Dios y sus propósitos eternos, pues de nada nos sirve tener muchas cosas y que nuestra propia vida no este al servicio de Dios.
Dios quiere una iglesia con espíritu de servicio que sea capaz de captar la voluntad de Dios para declararla y profetizarla.
Una iglesia que no sea pusilánime y débil sino fuerte, tenaz y militante. Que con el poder de Dios pueda destruir las obras del diablo.
La iglesia y el siervo que tienen espíritu profético, se fortalecen en el desierto, es decir, en oración.
Quizás no estas siendo efectivo con tu labor porque no estas conectado con los que Dios quiere hacer a través de ti y es en el desierto donde somos capacitados y llenos del Espíritu Santo, para enfrentar cada desafío, porque el Señor no quiere que el diablo intervenga de una forma y que la iglesia no sepa que hacer, por eso es necesario que el pueblo de Dios tenga un espíritu de servicio, que sea lleno del Espíritu Santo y con esa llenura pueda ir a todo lugar donde el diablo esta trabajando y con la autoridad del Señor detener por completo su obra.
Tú y yo no podemos profetizar hasta que la palabra de Dios venga a nosotros primero.
Lucas 3:2 “…vino palabra de Dios a Juan hijo Zacarías, en el desierto”, Dios habla a sus siervos en el desierto, este es el estado de negación, de obediencia y de sujeción que tu le ofreces a Cristo en tu vida, es también la cruz en donde tu renuncias a tu derecho y humanidad para que Dios haga lo que quiera a través de ti.
“Y el fue por toda la región contigua al Jordán, predicando el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados”, en esta escritura vemos que Juan era un siervo que recibió una palabra de parte Dios el cual es el objetivo principal de nuestra evangelización, el arrepentimiento para perdón de pecados.
Es por esto que la iglesia debe tener visión profética para poder hacer la obra de Dios, nadie puede hacerlo si antes no ha estado en el desierto.
Sabemos que el desierto no es atractivo pero es necesario. Porque así es el verdadero cristianismo, requiere negación, humillación, obediencia, cruz y muerte. Dios solo da vida a aquellos que primero mueren a su propia voluntad ya que la vida profética es una vida de resurrección.
martes, diciembre 21, 2010
lunes, diciembre 20, 2010
lunes, diciembre 13, 2010
Aspire a grandes cosas y libere su fe
Imagínese lo que es tener suficiente fe como para impresionar a Dios. ¿Le parece eso algo exagerado?
Imagínese lo que es tener suficiente fe como para impresionar a Dios. ¿Le parece eso algo exagerado? En Mateo 8, un centurión (oficial al mando en el ejército romano) vino a ver a Jesús para interceder por su siervo quien estaba enfermo y atormentado. Cuando Jesús se ofreció ir a la casa del centurión y sanar al siervo, el oficial respondió: "Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra y mi criado sanará" (verso 8).
Este era un hombre que conocía el poder de las palabras. Después de todo, él era un oficial en el ejército. Cuando el hablaba, todos le prestaban atención y hacían lo que él ordenaba. En este caso, Jesús hizo también lo que el centurión le pidió.
¿Por qué respondió Jesús con tanta rapidez? Porque las palabras de aquel hombre estaban llenas de fe.
En más, al oír la respuesta del centurión, Jesús se asombró y dijo: "De cierto os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe" (versículo 10).
La fe que tanto impresionó a Jesús fue que el centurión estuvo dispuesto a creer sin pedir alguna señal espectacular o algún milagro del cielo. La Palabra era lo único que él necesitaba para creer que Jesucristo podía sanar a su siervo. “Solamente di la palabra…”, dijo el centurión. Y en aquella misma hora su siervo fue sanado.
Quién necesita un milagro…
Esa misma fe, y aun una fe mayor —una fe que impresione a Dios— está al alcance de cada uno de nosotros por medio de la Palabra de Dios. Él envió su Palabra para sanarnos y liberarnos (Salmos 107:20). La Palabra se hizo carne, en la persona de Jesucristo, y vivió entre nosotros. En Él —en Dios, en la Palabra— está la vida, y esa vida es nuestra luz (Juan 1:1-14; Salmos 119:105).
El apóstol Pedro se refirió a la Palabra de Dios como la palabra profética más segura. ¿Más segura que qué?
Bueno, para empezar, Pedro había visto su buena parte de señales y maravillas. La mayor talvez fue cuando acompañó a Jesús, junto con Santiago y Juan, a un monte donde oyeron la voz de Dios y vieron a Jesús hablar cara a cara con Moisés y Elías.
Pedro quedó tan impresionado que se ofreció para construir unos albergues para todos, para quedarse un rato en ese lugar. (Mateo 17:4). Pero a pesar de las manifestaciones gloriosas de Dios que había presenciado, Pedro luego dijo las siguientes palabras en su carta:
En primer lugar, los milagros no ocurren todos los días; son actos de la voluntad de Dios, no de la nuestra. Así que no debemos vivir de milagro en milagro. Dios nunca quiso que fuera así. Él nunca nos prometió una dosis diaria de visiones, sueños, profecías y milagros para que pudiéramos vivir.
Lo que Dios si nos dio fue un libro lleno de promesas vivas. Él envió su Palabra; nos dio un libro rebosante de vida, rebosante de Él.
Si usted estudia la Biblia, verá que no es un libro sobre alguien, sino que es Alguien. Es, literalmente, como si Dios estuviera hablando a cada uno de nosotros, lo cual explica por qué Pedro se refirió a la Palabra de Dios como la palabra más segura.
En 2 Pedro 1:19, él continúa diciendo: “… a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones".
En otras palabras, cuando usted se despierta por la mañana, quizá no oiga de forma audible la voz de Dios. Pero sí puede contar con la Palabra, las promesas, la revelación y la sabiduría de Dios, las cuales son tan seguras como el sol que sale todos los días; así que viva de acuerdo a ellas.
Si, los milagros son maravillosos, pero el plan de Dios es que andemos por fe, no por vista (2 Corintios 5:7). El espera que vivamos cada día por la fe en su Palabra, no por las señales y maravillas que podamos ver en el camino.
¿Puede dármelo por escrito?
Veamos por unos momentos uno de los mejores ejemplos del Antiguo Testamento de lo que es andar por fe y no por vista: Abraham.
Cuando Dios llamó a Abraham para que saliera de su tierra, dejara a su familia y se fuera a otro lugar, no existía la Palabra escrita de Dios. Ni siquiera existía pacto alguno entre ellos. Lo único que Abraham tenía era una promesa oral: “Vete de tu tierra —Dios le dijo—… Haré de ti una nación grande” (Génesis 12:1-2).
En ese entonces, Abram tenía 75 años de edad y su esposa era estéril. Abram creyó en la Palabra de Dios y dejó sus parientes y su tierra. Cuando Abram llegó a Canaán, Dios se le apareció y le dijo: “A tu descendencia daré esta tierra” (Génesis 12:7). Luego, en Génesis 13, Dios le dijo: “Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre. Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra (Versos 15-16).
El hecho es que a lo largo del camino, Dios estuvo hablándole y hablándole de la promesa.
En Génesis 15:2, después de que Dios se le apareció en una visión, Abram le preguntó: “Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo?"
En ese momento de su vida, Abram se dejó llevar por las circunstancias. Tenía 86 años, y lo único que veía todos los días era que su mujer estéril y que no había señales de algún hijo. Se quejó aún más y dijo: “Mira que no me has dado prole [hijo]” (verso 3).
En realidad, Dios ya le había dado a Abram la semilla que este necesitaba, solo que él no se había dado cuenta. Desde el principio Dios le había dado su Palabra, y la Palabra de Dios es la semilla (Marcos 4).
"Haré de ti una nación grande… A tu descendencia daré esta tierra… Haré tu descendencia como el polvo de la tierra. Dios le había dicho esas cosas a Abram durante 11 años. Sin embargo, a Abraham se le estaba haciendo difícil confiar en la Palabra de Dios. Así que Dios le ayudó un poco.
Primero, Dios llevó a Abram afuera, por la noche, y le dijo que contara las estrellas. "Así será tu descendencia", le dijo Dios. Y Abram creyó al Señor (Génesis 15:5). Entonces Dios hizo un pacto con Abraham, y sacrificó unos animales como señal para Abraham de que Él guardaría ese pacto. Este pacto de sangre fue un ancla poderosa para la fe de Abram. Sin embargo, después de 13 años, cuando Abram ya tenía 99 años, aun no tenía ningún hijo.
Fue ahí cuando Dios empezó a poner la Palabra en la boca de Abram.
Identidad y destino diferentes
Desde el momento en que Dios le dijo a Abram que haría de él una nación grande, Abram pudo haber dicho: "Bien, desde ahora en adelante mi nombre será Abraham, porque Dios me ha dicho que seré padre de muchas naciones. Y si Dios lo dice, y yo lo creo, entonces es un hecho".
Abram pudo haber adoptado esa actitud, y así se hubiera evitado muchos problemas. Pero no lo hizo. Tenga presente que Abram no había nacido de nuevo ni había sido vivificado espiritualmente como nosotros, y no tenía a su alcance la Palabra escrita para estar leyéndola. Por lo tanto, lo único que él sabía era: "Señor… ando sin hijo… y no me has dado prole". Dios cambió esa situación cuando le puso un nombre diferente.
Cuando Abram recibió el nombre de Abraham, adoptó la identidad de "padre de muchas naciones", que es el significado de su nombre nuevo. Siempre que decía su nombre, estaba diciendo: "¿Qué tal? Soy el padre de muchas naciones". Es más, siempre que alguien le dirigía la palabra, estaba diciéndole: "oye, padre de muchas naciones".
¿Qué estaba ocurriendo? Pues que Abraham y todos sus conocidos estaban llamando las cosas que no son como si ya fueran (Romanos 4:17). De hecho, Abraham estaba repitiendo la palabra que Dios había hablado, y estaba oyéndola de boca de los demás.
Jesucristo hizo lo mismo con Pedro. Cuando el Señor conoció a Pedro, el nombre de este era "Simón, hijo de Jonás". Pero, luego, el Señor le puso otro nombre: "Pedro", que quiere decir roca. Y si había alguno entre los discípulos que no era una roca, era Pedro. Jesús sabía lo que estaba haciendo: estuvo utilizando el nombre "Roca" para dirigirse a Pedro, hasta que este llegó a ser una roca. Al recibir ese nombre, repetirlo y responder a este, Pedro estaba mostrando su conformidad con la Palabra de Dios y con la palabra que Jesús había hablado.
Vemos entonces que el método para cambiar estos nombres, y que las personas hicieran una realidad su destino al estar de acuerdo con lo que Dios dijo que serían y harían, consistía en que meditaran en la Palabra, la hablaran y la oyeran, para que se convirtiera en parte práctica de sus vidas.
La meditación en la Palabra fue también el plan para tener éxito que Dios dio a Josué cuando este asumió su puesto como líder después de la muerte de Moisés. "Nunca se apartará de tu boca este libro de [mi Palabra] —le dijo Dios—, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien" (Josué 1:8). La palabra hebrea que se traduce como "meditar" aquí quiere decir "hablar entre dientes; andar susurrando". O sea, a Josué todo le saldría bien si hablaba constantemente la Palabra de Dios: si se la repetía a sí mismo, si la hablaba a otros y si la hablaba en toda situación.
¿Puede imaginárselo…?
Cuando Abraham por fin recibió por la fe el hecho de que sería el padre de muchas naciones, él aún no podía verlo con sus propios ojos. Entonces, ¿cómo hizo para verlo?
En el Salmo 2, la palabra "piensan" puede también ser traducida como "imaginan". Se trata de que al andar hablando constantemente la Palabra de Dios —como Abraham, Josué y Pedro lo hicieron—, y llamando las cosas que no son como si ya fueran, ella produzca una imagen interna en nosotros. Esa imagen a su vez se convertirá en esperanza, y en la esperanza fue donde Abraham se vio como "padre de muchas naciones".
Me acuerdo que en los primeros días de este ministerio, a Gloria y a mí nos llegó el momento en que necesitábamos un automóvil más grande para acomodar a toda la familia y poder ir a predicar a donde se me invitaba. Así que, en cuanto a ese automóvil, hicimos lo mismo que habíamos hecho con otras necesidades: buscamos las promesas de Dios en cuanto a esa necesidad, oramos, sembramos, confiamos en Dios y hablamos la Palabra.
Después de que como familia aceptamos la Palabra y nos pusimos de acuerdo, anduvimos por la casa diciendo: "¡Gloria a Dios por nuestro automóvil nuevo!" ¡Ese auto nuevo es nuestro! "¡Gracias a Dios por nuestro coche nuevo!" Luego, continuamos meditando en la Palabra. En ese entonces, nuestros hijos estaban pequeños, pero con edad suficiente para asirse de ese automóvil nuevo por la fe.
Un día, nuestro hijo Juan me preguntó: "Papá, ¿ese automóvil nuevo es nuestro?"
"Oh, por supuesto", le contesté.
"Entonces, vamos a traerlo", dijo él.
Para él la idea del auto nuevo se había vuelto tan real que no veía por qué no podíamos ir a traerlo. No le dije que la razón por la cual no podíamos comprarlo era porque nos hacían falta $3000. Empecé a decirle: "Mira, Juanito, tenemos que…", pero no seguí porque me di cuenta de que estaba a punto de seguir el camino de la duda y la incredulidad.
Entonces le dije: "¡Eso, Juanito! ¡Gloria a Dios! ¡Vamos a traerlo!" Al instante, todos empezamos a decirnos: "¡Vamos a traerlo!" En menos de una semana, alguien me llamó, y sollozando me dijo: "Oh, hermano Copeland. Me siento muy avergonzado de mí mismo. Hace unos días el Señor me dijo que le enviara a usted $3000, y no lo hice. Los he tenido guardados, pero no soporto más esto". La primera vez que Dios le dijo a esta persona que nos enviara los $3000 fue el mismo día que Juanito me dijo que fuéramos a traer el auto. Así que, entonces, fuimos a comprarlo.
La fuente de los deseos se seca
En resumidas cuentas, la verdadera esperanza bíblica no consiste en desear que algo se haga realidad. Dios no está sentado en el fondo de alguna fuente de los deseos esperando que tiremos algunas monedas para concedernos el milagro que deseamos. La verdadera esperanza es una imagen divina en nuestro interior; es un milagro que la Palabra de Dios da a luz en el alma del ser humano; es el plano de nuestra fe.
En Hebreos 11:1 dice que para que nuestros sueños se hagan realidad, la esperanza debe alimentarse de la fe. Se nos dice también que esa esperanza "la… tenemos como segura y firme ancla del alma" (Hebreos 6:19).
Entonces, no solo tenemos la palabra profética más segura, sino también una esperanza segura. El apóstol Pedro lo dice muy bien, que la Palabra de Dios (sus promesas) entra en nuestro ser y alumbra nuestras circunstancias (2 Pedro 1:19). Al meditar en la Palabra, su luz aumenta más y más dentro de nosotros. Empieza a alumbrar nuestros corazones con más y más fuerza hasta que llega a dar a luz una imagen interna de lo que por la fe estamos esperando recibir de Dios.
Antes quizá nos veíamos como Abraham se vio una vez: sin hijos. Tal vez nos hayamos visto sin plata, enfermos, desesperados o lo que sea. Pero una vez que nos asimos de la Palabra y nos percatamos de que es Dios quien nos habla por medio de ella, le damos lugar a la esperanza; y esa esperanza da vida a los deseos que Dios ha puesto en nuestros corazones.
Abraham creyó en esperanza contra esperanza (Romanos 4:18). Aunque parezca increíble, él recibió lo que esperaba. Nosotros podemos también recibir lo que esperamos. Reciba la Palabra de Dios y aplíquela a su situación ahora mismo.
Reciba la semilla que Dios tiene para su vida. Luego, empiece a hablarla, a oírla, a susurrarla. Medite en la Palabra hasta que empiece a verla y a imaginársela.
¡Vamos! Empiece a aspirar a grandes cosas… y libere su fe.
Imagínese lo que es tener suficiente fe como para impresionar a Dios. ¿Le parece eso algo exagerado? En Mateo 8, un centurión (oficial al mando en el ejército romano) vino a ver a Jesús para interceder por su siervo quien estaba enfermo y atormentado. Cuando Jesús se ofreció ir a la casa del centurión y sanar al siervo, el oficial respondió: "Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra y mi criado sanará" (verso 8).
Este era un hombre que conocía el poder de las palabras. Después de todo, él era un oficial en el ejército. Cuando el hablaba, todos le prestaban atención y hacían lo que él ordenaba. En este caso, Jesús hizo también lo que el centurión le pidió.
¿Por qué respondió Jesús con tanta rapidez? Porque las palabras de aquel hombre estaban llenas de fe.
En más, al oír la respuesta del centurión, Jesús se asombró y dijo: "De cierto os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe" (versículo 10).
La fe que tanto impresionó a Jesús fue que el centurión estuvo dispuesto a creer sin pedir alguna señal espectacular o algún milagro del cielo. La Palabra era lo único que él necesitaba para creer que Jesucristo podía sanar a su siervo. “Solamente di la palabra…”, dijo el centurión. Y en aquella misma hora su siervo fue sanado.
Quién necesita un milagro…
Esa misma fe, y aun una fe mayor —una fe que impresione a Dios— está al alcance de cada uno de nosotros por medio de la Palabra de Dios. Él envió su Palabra para sanarnos y liberarnos (Salmos 107:20). La Palabra se hizo carne, en la persona de Jesucristo, y vivió entre nosotros. En Él —en Dios, en la Palabra— está la vida, y esa vida es nuestra luz (Juan 1:1-14; Salmos 119:105).
El apóstol Pedro se refirió a la Palabra de Dios como la palabra profética más segura. ¿Más segura que qué?
Bueno, para empezar, Pedro había visto su buena parte de señales y maravillas. La mayor talvez fue cuando acompañó a Jesús, junto con Santiago y Juan, a un monte donde oyeron la voz de Dios y vieron a Jesús hablar cara a cara con Moisés y Elías.
Pedro quedó tan impresionado que se ofreció para construir unos albergues para todos, para quedarse un rato en ese lugar. (Mateo 17:4). Pero a pesar de las manifestaciones gloriosas de Dios que había presenciado, Pedro luego dijo las siguientes palabras en su carta:
Porque no os hemos dado a conocer… siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad. Pues cuando él [Jesús] recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia. Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo. Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos… (2Pedro 1:16-19).Ahora bien, no se puede negar que las manifestaciones físicas de la presencia de Dios y de su poder pueden ser espectaculares para nuestros sentidos, pero aun así, todavía tienen algo de incierto.
En primer lugar, los milagros no ocurren todos los días; son actos de la voluntad de Dios, no de la nuestra. Así que no debemos vivir de milagro en milagro. Dios nunca quiso que fuera así. Él nunca nos prometió una dosis diaria de visiones, sueños, profecías y milagros para que pudiéramos vivir.
Lo que Dios si nos dio fue un libro lleno de promesas vivas. Él envió su Palabra; nos dio un libro rebosante de vida, rebosante de Él.
Si usted estudia la Biblia, verá que no es un libro sobre alguien, sino que es Alguien. Es, literalmente, como si Dios estuviera hablando a cada uno de nosotros, lo cual explica por qué Pedro se refirió a la Palabra de Dios como la palabra más segura.
En 2 Pedro 1:19, él continúa diciendo: “… a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones".
En otras palabras, cuando usted se despierta por la mañana, quizá no oiga de forma audible la voz de Dios. Pero sí puede contar con la Palabra, las promesas, la revelación y la sabiduría de Dios, las cuales son tan seguras como el sol que sale todos los días; así que viva de acuerdo a ellas.
Si, los milagros son maravillosos, pero el plan de Dios es que andemos por fe, no por vista (2 Corintios 5:7). El espera que vivamos cada día por la fe en su Palabra, no por las señales y maravillas que podamos ver en el camino.
¿Puede dármelo por escrito?
Veamos por unos momentos uno de los mejores ejemplos del Antiguo Testamento de lo que es andar por fe y no por vista: Abraham.
Cuando Dios llamó a Abraham para que saliera de su tierra, dejara a su familia y se fuera a otro lugar, no existía la Palabra escrita de Dios. Ni siquiera existía pacto alguno entre ellos. Lo único que Abraham tenía era una promesa oral: “Vete de tu tierra —Dios le dijo—… Haré de ti una nación grande” (Génesis 12:1-2).
En ese entonces, Abram tenía 75 años de edad y su esposa era estéril. Abram creyó en la Palabra de Dios y dejó sus parientes y su tierra. Cuando Abram llegó a Canaán, Dios se le apareció y le dijo: “A tu descendencia daré esta tierra” (Génesis 12:7). Luego, en Génesis 13, Dios le dijo: “Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre. Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra (Versos 15-16).
El hecho es que a lo largo del camino, Dios estuvo hablándole y hablándole de la promesa.
En Génesis 15:2, después de que Dios se le apareció en una visión, Abram le preguntó: “Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo?"
En ese momento de su vida, Abram se dejó llevar por las circunstancias. Tenía 86 años, y lo único que veía todos los días era que su mujer estéril y que no había señales de algún hijo. Se quejó aún más y dijo: “Mira que no me has dado prole [hijo]” (verso 3).
En realidad, Dios ya le había dado a Abram la semilla que este necesitaba, solo que él no se había dado cuenta. Desde el principio Dios le había dado su Palabra, y la Palabra de Dios es la semilla (Marcos 4).
"Haré de ti una nación grande… A tu descendencia daré esta tierra… Haré tu descendencia como el polvo de la tierra. Dios le había dicho esas cosas a Abram durante 11 años. Sin embargo, a Abraham se le estaba haciendo difícil confiar en la Palabra de Dios. Así que Dios le ayudó un poco.
Primero, Dios llevó a Abram afuera, por la noche, y le dijo que contara las estrellas. "Así será tu descendencia", le dijo Dios. Y Abram creyó al Señor (Génesis 15:5). Entonces Dios hizo un pacto con Abraham, y sacrificó unos animales como señal para Abraham de que Él guardaría ese pacto. Este pacto de sangre fue un ancla poderosa para la fe de Abram. Sin embargo, después de 13 años, cuando Abram ya tenía 99 años, aun no tenía ningún hijo.
Fue ahí cuando Dios empezó a poner la Palabra en la boca de Abram.
Identidad y destino diferentes
Desde el momento en que Dios le dijo a Abram que haría de él una nación grande, Abram pudo haber dicho: "Bien, desde ahora en adelante mi nombre será Abraham, porque Dios me ha dicho que seré padre de muchas naciones. Y si Dios lo dice, y yo lo creo, entonces es un hecho".
Abram pudo haber adoptado esa actitud, y así se hubiera evitado muchos problemas. Pero no lo hizo. Tenga presente que Abram no había nacido de nuevo ni había sido vivificado espiritualmente como nosotros, y no tenía a su alcance la Palabra escrita para estar leyéndola. Por lo tanto, lo único que él sabía era: "Señor… ando sin hijo… y no me has dado prole". Dios cambió esa situación cuando le puso un nombre diferente.
Cuando Abram recibió el nombre de Abraham, adoptó la identidad de "padre de muchas naciones", que es el significado de su nombre nuevo. Siempre que decía su nombre, estaba diciendo: "¿Qué tal? Soy el padre de muchas naciones". Es más, siempre que alguien le dirigía la palabra, estaba diciéndole: "oye, padre de muchas naciones".
¿Qué estaba ocurriendo? Pues que Abraham y todos sus conocidos estaban llamando las cosas que no son como si ya fueran (Romanos 4:17). De hecho, Abraham estaba repitiendo la palabra que Dios había hablado, y estaba oyéndola de boca de los demás.
Jesucristo hizo lo mismo con Pedro. Cuando el Señor conoció a Pedro, el nombre de este era "Simón, hijo de Jonás". Pero, luego, el Señor le puso otro nombre: "Pedro", que quiere decir roca. Y si había alguno entre los discípulos que no era una roca, era Pedro. Jesús sabía lo que estaba haciendo: estuvo utilizando el nombre "Roca" para dirigirse a Pedro, hasta que este llegó a ser una roca. Al recibir ese nombre, repetirlo y responder a este, Pedro estaba mostrando su conformidad con la Palabra de Dios y con la palabra que Jesús había hablado.
Vemos entonces que el método para cambiar estos nombres, y que las personas hicieran una realidad su destino al estar de acuerdo con lo que Dios dijo que serían y harían, consistía en que meditaran en la Palabra, la hablaran y la oyeran, para que se convirtiera en parte práctica de sus vidas.
La meditación en la Palabra fue también el plan para tener éxito que Dios dio a Josué cuando este asumió su puesto como líder después de la muerte de Moisés. "Nunca se apartará de tu boca este libro de [mi Palabra] —le dijo Dios—, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien" (Josué 1:8). La palabra hebrea que se traduce como "meditar" aquí quiere decir "hablar entre dientes; andar susurrando". O sea, a Josué todo le saldría bien si hablaba constantemente la Palabra de Dios: si se la repetía a sí mismo, si la hablaba a otros y si la hablaba en toda situación.
¿Puede imaginárselo…?
Cuando Abraham por fin recibió por la fe el hecho de que sería el padre de muchas naciones, él aún no podía verlo con sus propios ojos. Entonces, ¿cómo hizo para verlo?
En el Salmo 2, la palabra "piensan" puede también ser traducida como "imaginan". Se trata de que al andar hablando constantemente la Palabra de Dios —como Abraham, Josué y Pedro lo hicieron—, y llamando las cosas que no son como si ya fueran, ella produzca una imagen interna en nosotros. Esa imagen a su vez se convertirá en esperanza, y en la esperanza fue donde Abraham se vio como "padre de muchas naciones".
Me acuerdo que en los primeros días de este ministerio, a Gloria y a mí nos llegó el momento en que necesitábamos un automóvil más grande para acomodar a toda la familia y poder ir a predicar a donde se me invitaba. Así que, en cuanto a ese automóvil, hicimos lo mismo que habíamos hecho con otras necesidades: buscamos las promesas de Dios en cuanto a esa necesidad, oramos, sembramos, confiamos en Dios y hablamos la Palabra.
Después de que como familia aceptamos la Palabra y nos pusimos de acuerdo, anduvimos por la casa diciendo: "¡Gloria a Dios por nuestro automóvil nuevo!" ¡Ese auto nuevo es nuestro! "¡Gracias a Dios por nuestro coche nuevo!" Luego, continuamos meditando en la Palabra. En ese entonces, nuestros hijos estaban pequeños, pero con edad suficiente para asirse de ese automóvil nuevo por la fe.
Un día, nuestro hijo Juan me preguntó: "Papá, ¿ese automóvil nuevo es nuestro?"
"Oh, por supuesto", le contesté.
"Entonces, vamos a traerlo", dijo él.
Para él la idea del auto nuevo se había vuelto tan real que no veía por qué no podíamos ir a traerlo. No le dije que la razón por la cual no podíamos comprarlo era porque nos hacían falta $3000. Empecé a decirle: "Mira, Juanito, tenemos que…", pero no seguí porque me di cuenta de que estaba a punto de seguir el camino de la duda y la incredulidad.
Entonces le dije: "¡Eso, Juanito! ¡Gloria a Dios! ¡Vamos a traerlo!" Al instante, todos empezamos a decirnos: "¡Vamos a traerlo!" En menos de una semana, alguien me llamó, y sollozando me dijo: "Oh, hermano Copeland. Me siento muy avergonzado de mí mismo. Hace unos días el Señor me dijo que le enviara a usted $3000, y no lo hice. Los he tenido guardados, pero no soporto más esto". La primera vez que Dios le dijo a esta persona que nos enviara los $3000 fue el mismo día que Juanito me dijo que fuéramos a traer el auto. Así que, entonces, fuimos a comprarlo.
La fuente de los deseos se seca
En resumidas cuentas, la verdadera esperanza bíblica no consiste en desear que algo se haga realidad. Dios no está sentado en el fondo de alguna fuente de los deseos esperando que tiremos algunas monedas para concedernos el milagro que deseamos. La verdadera esperanza es una imagen divina en nuestro interior; es un milagro que la Palabra de Dios da a luz en el alma del ser humano; es el plano de nuestra fe.
En Hebreos 11:1 dice que para que nuestros sueños se hagan realidad, la esperanza debe alimentarse de la fe. Se nos dice también que esa esperanza "la… tenemos como segura y firme ancla del alma" (Hebreos 6:19).
Entonces, no solo tenemos la palabra profética más segura, sino también una esperanza segura. El apóstol Pedro lo dice muy bien, que la Palabra de Dios (sus promesas) entra en nuestro ser y alumbra nuestras circunstancias (2 Pedro 1:19). Al meditar en la Palabra, su luz aumenta más y más dentro de nosotros. Empieza a alumbrar nuestros corazones con más y más fuerza hasta que llega a dar a luz una imagen interna de lo que por la fe estamos esperando recibir de Dios.
Antes quizá nos veíamos como Abraham se vio una vez: sin hijos. Tal vez nos hayamos visto sin plata, enfermos, desesperados o lo que sea. Pero una vez que nos asimos de la Palabra y nos percatamos de que es Dios quien nos habla por medio de ella, le damos lugar a la esperanza; y esa esperanza da vida a los deseos que Dios ha puesto en nuestros corazones.
Abraham creyó en esperanza contra esperanza (Romanos 4:18). Aunque parezca increíble, él recibió lo que esperaba. Nosotros podemos también recibir lo que esperamos. Reciba la Palabra de Dios y aplíquela a su situación ahora mismo.
Reciba la semilla que Dios tiene para su vida. Luego, empiece a hablarla, a oírla, a susurrarla. Medite en la Palabra hasta que empiece a verla y a imaginársela.
¡Vamos! Empiece a aspirar a grandes cosas… y libere su fe.
Por: Kenneth Copeland
martes, diciembre 07, 2010
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